Por Maya Turistic


Chiapas es uno de los estados de la república mexicana considerado de los más ricos en bellezas naturales y sobre todo en cultura. Pues ahí entre nubes, cerros y montañas grandes artistas y personajes llegaron al mundo para deleitarnos con su arte. Uno de ellos es el poeta Jaime Sabines nacido el 25 de marzo de 1926, en Tuxtla Gutiérrez, en el estado de Chiapas siendo hijo de Doña Luz y del Mayor Jaime Sabines.
Curso la primaria en el estado de México y el primer año de secundaria lo realizo radicando en Tapachula, Chiapas, para luego continuar sus estudios en su ciudad natal. En un principio su vocación pareció inclinarse por la Medicina, trasladándose para cursar sus estudios a la Ciudad de México, sin embargo, abandonó la carrera en el tercer año, cuando descubrió su inclinación por las letras, graduándose en Lengua y Literatura Española en 1949 y realizando estudios de postgrado en la Universidad Autónoma de México.
Alejado de las tendencias y los grupos intelectuales al uso, ajeno a cualquier capilla literaria, fue un creador solitario y desesperanzado cuyo camino se mantuvo al margen del que recorrían sus contemporáneos. En sus obras a menudo son confundidos los temas profundos sobre el amor, la soledad y la muerte impregnados por sus propios sentimientos, que se rebelan ante la realidad de una sociedad cambiante y en decadencia. Su mensaje era profundo, apasionado y realista, reflejando crudamente y en lenguaje sencillo, las oposiciones más trascendentes de la vida cotidiana.
Víctima de un cáncer, falleció a los 72 años, el 19 de marzo de 1999, en el Distrito Federal.
Te invitamos a que visites algunos de los bellos lugares que el estado de Chiapas tiene para ti, ven a conocer sus paisajes, su cultura y tradiciones.

Igualmente te invitamos a que conozcas un poco sobre los versos de este gran poeta Chiapaneco.
Después de todo -pero después de todo-
sólo se trata de acostarse juntos,
se trata de la carne,
de los cuerpos desnudos,
lámpara de la muerte en el mundo.
Gloria degollada, sobreviviente
del tiempo sordomudo,
mezquina paga de los que mueren juntos.
A la miseria del placer, eternidad,
condenaste la búsqueda, al injusto
fracaso encadenaste sed,
clavaste el corazón a un muro.
Se trata de mi cuerpo al que bendigo,
contra el que lucho,
el que ha de darme todo
en un silencio robusto
y el que se muere y mata a menudo.
Soledad, márcame con tu pie desnudo,
aprieta mi corazón como las uvas
y lléname la boca con su licor maduro.

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