Por Maya Turistic


Tabasco es un estado extenso en costumbres, tradiciones y cultura. Cuna de grandes personalidades de la música, literatura y poesía. Uno de los hombres celebres más característicos del edén es el señor Carlos Pellicer Cámara. Nació en San Juan Bautista lo que hoy se conoce como Villahermosa, Tabasco, el 16 de enero de 1897; fue un escritor, poeta, museógrafo y político mexicano, senador por Tabasco desde el 1 de septiembre de 1976 hasta el día de su muerte.

Perteneció a una generación de intelectuales mexicanos que adoptaron el nombre de “Los contemporáneos”. Corresponde a éstos haber aportado, desde Latinoamérica, un estilo literario de vanguardia. Hecho que adquirió mayor importancia si se tiene en cuenta que México ha adoptado con facilidad influencias extranjeras.

Pellicer no fue sólo considerado en esa época como un gran poeta, sino también como un innovador. Fue un poeta que busco modernizar la poesía, como consecuencia del progreso que México adquiría en el siglo XX. Por ello fue considerado el primer poeta realmente moderno que se dio en México.

Sus obras se basaron en redescubrir la belleza del mundo, cuando muchos de “Los Contemporáneos” exploraban los desiertos de la conciencia. Sus palabras pretendían reordenar la creación y en ese trópico entrañable los elementos se concilian: la tierra, el aire, el agua, el fuego le permitieron mirar “en carne viva la belleza de Dios”.

Es así como Pellicer vio el mundo con otros ojos y al hacerlo modifico la poesía mexicana. Su obra, toda una poesía con su pluralidad de géneros, se resuelve en una luminosa metáfora, en una interminable alabanza del mundo: Pellicer es el mismo de principio a fin. Falleció en la ciudad de México el 16 de febrero de 1977.

Te invitamos a que conozcas Tabasco su cultura, algarabía y bellos lugares. Por otro lado, te compartimos unos de los tantos versos de este celebre poeta.

Deseos

Trópico, para qué me diste

las manos llenas de color.

Todo lo que yo toque

se llenará de sol.

En las tardes sutiles de otras tierras

pasaré con mis ruidos de vidrio tornasol.

Déjame un solo instante

dejar de ser grito y color.

Déjame un solo instante

cambiar de clima el corazón,

beber la penumbra de una cosa desierta,

inclinarme en silencio sobre un remoto balcón,

ahondarme en el manto de pliegues finos,

dispersarme en la orilla de una suave devoción,

acariciar dulcemente las cabelleras lacias

y escribir con un lápiz muy fino mi meditación.

¡Oh, dejar de ser un solo instante

el Ayudante de Campo del sol!

¡Trópico, para qué me diste

las manos llenas de color!

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