Se apuesta lo que se ama Lo que se cree ganado La piel que cae naturalmente con el tiempo, El agua prometida al medio día
Lo necesario sobra en la superstición de lo merecido Los cálculos de todas las torturas.
La maravilla es el premio de consolación Para los que ganan el extasis de la muerte, Como quien ve los detalles de su lecho de muerte En señal de despedida Y los abraza sin tocarlos Con el estomago empuñando a lo profundo.
Juega a la mancia, Apuesta sin leer las fichas nadie responderá más que tu íntimo secreto ni te dirá lo que realmente quieres. Jugar al azar es la infranqueable oportunidad de revelarse cobardemente a uno mismo.
Cierra los ojos y enciende una vela, respira sólo para darte cuenta que el lugar nunca existió para reconocer que nacimos en una granada que nos dice quedito que va a explotar mientras explota
II
Regresarás al mundo con las manos llenas de amor porque apostaste todo lo que tenias Y al gritar que todas las explosiones se aprecian mejor en la oscuridad Renacerán los desiertos.
Sin nosotros en tanta luz Sin nosotros temiendo a la noche sobre la noche de los parpados Tan acostumbrados a las ráfagas de luz olvidados de todo lo fugaz y prematuro ¿Qué podría ser? ¿Una pistola O un niño recién llegado al mundo?
Con camposantos y el péndulo reposando en los ojos.
Pero cuando el silencio, los ojos y las agujas de todo lo que nos golpeen en el florezcan de otras preguntas y hayamos despertado (cómo todo rocío que sólo nace en la penumbra dadivosa) Ya no sabrás como balbucear el acertijo Porque al final nos han quitado el habla y el instinto Todo en una sola moneda.