Página 20 de la Edición #67 de Diciembre de 2018
Por: Maya Turistic
EN TZOTZIL Y EN TZELTAL, LA PALABRA POX SIGNIFICA: ‘MEDICINA, CURACIÓN’. POX SE REFIERE TAMBIEN A MEDICAMENTOS. ASÍ, LA PALABRA POXTAIWANEJ ES RELATIVA AL MEDICO Y POXNA ES LA CASA DE LAS MEDICINAS O FARMACIA. EL “ALMA ESENCIAL” —CH’ULEL— ES LA MÁS CERCANAMENTE ASOCIADA A LA CONCIENCIA INDIVIDUAL. ESTE “CENTRO” INVISIBLE DE LA PERSONA ES EL VEHÍCULO DE LOS SUEÑOS, LA SEDE DE LA CONCIENCIA Y LA EMOCIÓN, Y EL ÚNICO COMPONENTE INMORTAL DEL YO.
Al cerrar los ojos, sentí el poder del maíz en la boca; lo azucarado de la caña en mi paladar; la fuerza de la fermentación en mi lengua. Sin duda un golpe imaginario que calma mis ansias, que poco a poco baja por mi pecho y llega a mi corazón.
Al abrir los ojos, la milpa de colores amarillo verdosos me espera, el olor a petricor y la unión del maizal que se junta con el cielo. Al caminar poco a poco se asoma una formación rocosa, destaca entre las hojas y los cárdenos de las plantas. Mis manos tocan las plantas, las sienten, se comunican con años de tradición y alimentación humana.
La formación rocosa se aclara conforme avanzo, se conecta con mi mente y dibuja un gran templo maya lleno de personas. Son mayas de todos los grupos originarios. Lacandones, Choles, Tojolabales, Tzetzales y Tzotziles. Las vestimentas tradicionales y coloridas de cada grupo, de cada tradición me muestran su usos y costumbres, su día a día, sus creencias. Los porqué y los cómo de cada accionar que han dado al paso de los siglos. Pasan algunos segundos y me indican que debo continuar mi camino, me invitan a seguir. Me muestran y enseñan lo que debo ver, lo que debo aprender.
Giro la cabeza y siento que me jalan, que me muevo en aguas verdiazules; me veo con remo en mano, chaleco y E casco. El río que me impulsa lleva una corriente de aventura y estructuras rocosas que hacen del viaje vigoroso y excitante. A los lados, la majestuosa Selva Lacandona, los ruidos de animales que llevan siglos viviendo en estas tierras. Entre los árboles se aparecen, o sueño ver, los ojos agazapados de un jaguar esperando el momento preciso de salir de entre las hojas para atacar, como todas las noches, al Xilbalba “El Inframundo”. Al vencerlo se inicia un día más, se cumple su labor de ser aquel ente poderoso que controla la luz y la obscuridad, la noche y el día.
Las pequeñas cascadas me hacen poner todo mi esfuerzo en los remos, aún así cuando caigo al río, me siento seguro. Me arropan las aguas, me dicen “sólo nos divertimos, aprendemos juntos cada segundo que te encuentras aquí”.
En la misma caída, un remolino de vertiginosa paz me lleva lejos, me transporta por aires azules, montañas y poblados. Abro los ojos y me encuentro en un recinto, una iglesia, un templo. No es común. El olor a juncia (hojas de pino), los altares individuales y la falta de asientos me dicen que algo no es como yo lo conozco. Empiezan las entonaciones de rezos en lengua originaria, lengua ajena a mi, que les ha dado identidad y reconocimiento. Largas velas delgadas que conectan el alma con los diferentes estratos del cielo. Sinergia y sincretismo de voces de conquista y adaptación para sobrevivir las guerras, los asaltos, los maltratos y, aún así, después de tantos años seguir con la cara en alto, el alma limpia y el corazón feliz.
El verde predomina en mi entorno, pero el colorido de las telas y sus textiles destaca más que nada. Se acercan dos pequeñas que sólo repitiendo una palabra, poku ul, me colocan un manto de colores morados y lleno de flores tejidas. Poco a poco se ha llenado el templo, la gente con vestimentas de colores morados, negros y verdes va acercandose, todos cantan con voces y palabras que no entiende mi cabeza, pero sí mi corazón. Me cantan que la unión entre nuestros pueblos debe sellarse como matrimonio, como unión indisoluble que pueda desarrollar un nuevo camino. Un camino sin batallas, de paz y de armonía. Otro pequeño se acerca con una canasta llena de maíz, símbolo inicial de mi viaje. La poxtaiwanej, me entrega la jícara llena de medicina, la que sellará nuestro pacto. Lo tomo en mi mano, sorbo el elixir de caña, maíz y trigo. Al pasar por mi pecho llega a mi corazón una vez más.
Despierto ansioso en mi casa, el despertador me da la señal de arranque. Hoy viajo a Chiapas.
Víctor Zenteno Chef
Propietario Laboratorio de experiencias gastronómicas, Tomate Quesillo
contact@tomatequesillo.com